REFLEXIÓN
“ESTRATEGIA DE EUROPA PARA EL SIGLO XXI”
Tras
una exhaustiva deliberación, se ha estimado conveniente hacer mayor hincapié en
las consecuencias y significado que conlleva la ratificación del Tratado de
Lisboa por parte de los Estados miembros y en las tareas desarrolladas por los
fondos europeos estructurales y de cohesión centrados en la mejora de pymes y
grandes empresas, ya que la Estrategia de Europa 2020 y otros aspectos han sido
tratados con anterioridad en otras reflexiones.
Ambas
cuestiones están basadas fundamentalmente en conseguir una mayor transparencia,
eficacia y coherencia en las actuaciones de la Unión Europea. Asimismo, se llevan a cabo estas innovaciones
atendiendo al principio de subsidiariedad que defiende una mayor democracia
participativa. Materia a tratar más adelante. En primer lugar, se va a ir
analizando las modificaciones y mejoras que se plasman en el Tratado y aquellos
matices de que carece. No cabe ninguna duda que consiste en una iniciativa ambiciosa
con efectos a gran escala y que tiene en cuenta las nuevas problemáticas que
albergan en nuestra sociedad. Además, es necesario intervenir desde un enfoque
globalizador ya que todas las relaciones se basan en la velocidad, I+D+I y
comunicación. Por ello, ha sido necesaria la reforma y actualización de dichas
normas porque estaban orientados a 15 países y no a 27, cifra presente
actualmente. Por lo que no se enfrentaba en su totalidad a los principales
inconvenientes como; la mundialización de la economía, evolución demográfica o cambio climático. Estos y otras muchas cuestiones ocupan un apartado único y
específico donde se establecen con gran claridad los objetivos, problemas y
soluciones de cada uno de ellos. Entre los cambios mostrados se debe señalar; el fortalecimiento de la cohesión económica, social y territorial de la Unión
Europea o el fomento de un comercio justo y libre , entre otros. Estas nuevas propuestas generan un proceso decisorio más amplio, legítimo,
eficaz, transparente y democrático poniendo fin al principio de unanimidad.
Aunque este principio en algunos temas aún persiste, por ser imprescindible para
el desarrollo integral y beneficioso de los Estados miembros, resaltando los
ciudadanos que los conforman.
El
Tratado de Lisboa promueve una serie de valores y principios, de los cuales cuatro
son destacables. El primero hace referencia a conseguir una Europa más democrática
y transparente. Lo que pretende es aumentar la participación ciudadana y de otros
organismos como el Parlamento Europeo o Parlamentos nacionales, no dejando el
poder exclusivamente al Consejo europeo. Estos cambios tienen numerosas implicaciones,
una de ellas es la posibilidad de que un grupo de al menos un millón de
ciudadanos presenten una propuesta legislativa. A ello, le encuentro una serie
de dificultades. Primeramente, hace falta una mayor concienciación por parte de
la sociedad para que se interesen y sepan que su participación en estas decisiones repercute directamente a su futuro para llegar acuerdos
comunes y evitar la manipulación o beneficios para unos pocos. Debiendo
preservar el principio de solidaridad y libertad, extendiendo esta nueva
modalidad a otros ámbitos como en los Asuntos Exteriores o en los partidos
políticos de cada país, especialmente España. Donde hace falta un cambio del
método de votación referido a la elección de personas y no partidos, además de
escuchar las propuestas de cada uno, etc. Sin olvidar la igualdad donde, en
muchos ámbitos, no existe.
Otra implicación a destacar sería el derecho que se tiene como ciudadano de conocer tanto las propuestas como actuaciones realizadas por los organismos de la Unión Europea para garantizar la sostenibilidad del medio en el que vivimos.
El segundo corresponde a alcanzar una Europa más eficaz que persigue
obtener la opinión de los ciudadanos, ya que son ellos mismos, los que conocen
de primera mano la situación actual de cada país. Al mismo tiempo, la
integración de otros organismos (especialmente de Asuntos Exteriores), ayuda a
mejorar la actuación y a centrarse en sus obligaciones. Recordando que se
le da “un rostro” a la Unión Europa, factor relevante a la hora de mediar y
llegar acuerdos para para afianzar la seguridad de los Estados miembros o de
otros países en situación de catástrofes, guerras, etc.
El tercero corresponde
a formar una Europa de derechos y valores actuando respetando lo dictado en la
Carta de los Derechos Fundamentales, aunque falte asegurar una justicia,
libertad e igualdad redistributiva. Esta concepción se resume con estas palabras: "No en tanto a todos iguales sino a todos
las mismas oportunidades". A lo mejor algo muy obvio, pero esencial.
Y el último
corresponde a consagrar un actor en la escena global favoreciendo una mayor
clarificación de sus tareas y funciones, pudiendo establecer objetivos
alcanzables para así poder aumentar las expectativas donde el factor que
predomina en la comunidad sea el social en vez del económico. Para ello queda
mucho o incluso nunca se alcanzará. Hay que ser optimistas, sino los ciudadanos
seremos absorbidos por el mundo.
Como
conclusión, es conveniente favorecer las iniciativas promulgadas por los fondos estructurales
y de cohesión considerándolas como una solución a situaciones de precariedad en la
que viven muchas personas a causa de la crisis. Asimismo, apoyar el protagonismo que le otorga a la naturaleza. Motivo suficiente por ser el medio preciso para preservar la especie. Al mismo tiempo, debo discrepar en cuanto a la retirada voluntaria de la UE. Asunto en el que se debería tener en cuenta una serie de criterios y cláusulas para que no se perjudique al propio país ni al resto. Y finalmente, acabar diciendo que si seguimos por este camino lograremos una humanidad más integradora, crítica y solidaria.